LUNES 24 DE AGOSTO DE 2015
SALTA.- Romperse un hueso, una contractura o un desgarro durante el fin de semana es casi un pasaporte al desastre. Se tenga o no obra social, todos deben terminar en las atiborradas salas de esperas del hospital San Bernardo, en donde el dolor consume por horas al lesionado que comprueba con resignación cómo los conceptos de urgencia varían.
La Guardia del Hospital San Bernardo trabaja a destajo, todas las emergencias terminan allí. A las que se suceden normalmente se les suman los accidentes de autos del fin de semana, los excesos de alcohol y droga y las de un grupo cada vez más numeroso: los que se accidentan mientras practicaban algún tipo de deportes.
Las clínicas de gestión privada, al no tener servicios de guardia activa, recargan el trabajo al hospital público. Los que tienen obra social tranquilamente puede hacer uso de las guardias privadas.
La mayoría cuenta con terapias intensivas y servicios de diagnóstico por imágenes, todas prestaciones que se cobran a los afectados y que ninguno en esas circunstancias se negaría a hacerlo.
Decenas de jugadores de fútbol, rugby o hockey llegan a la guardia del San Bernardo los fines de semana, aumentando aún más el trabajo en el hospital público, generando situaciones desagradables, que tranquilamente se evitarían con exigir a las clínicas que mantengan guardias activas los fines de semana.
Los motivos de tal falta de servicio tienen su explicación en lo económico. Los dueños de las instituciones privadas no están dispuestos a pagar a los profesionales por las guardias, pero otros dicen que si las clínicas comienzan con las guardias el San Bernardo se queda sin médicos para las emergencias.
No hay grandes pases de magia, ni estrategias costosas. Simplemente se trata de optimizar los recursos que se tienen y sumar lo público y privado para un mismo objetivo.
Las clínicas sí pueden tener guardias activas, están en condiciones y sólo las emergencias más complicadas deberían ser derivadas al San Bernardo.
Lo más curioso del caso es que los hospitales Oñativia y el Papa Francisco tampoco tienen guardias y actúan más como salitas, algo que genera un cuello de botella en el San Bernardo. (Redacción El Intransigente)